Durante 30 años, Egipto y
Occidente han mantenido una buena relación. Hasta que desde hace unos meses las
protestas populares han dejado más claro que nunca que los egipcios no están
satisfechos con su presidente, el octogenario Hosni Mubarak.
El autoritario poder del gobierno de Ben Alí y las pobres
condiciones de vida con la que los tunecinos se están encontrando son los
principales detonantes de una revuelta en pos de una democracia que dote de
libertad a los árabes.
La situación de malestar se fue agravando hasta la inmolación
de un joven de 26 años que protestaba por la mala situación económica en el
país, lo que provocó revueltas a favor de la libertad las cuales se
transmitieron hasta Egipto donde el dictador abandonó el poder.
Significa que las protestas masivas no violentas pueden
cambiar el paisaje político en la región y derrocar a dictadores. Los árabes y
los musulmanes están mandando un mensaje al mundo diciendo que quieren
dignidad, libertad y que quieren ser respetados.
Pero ni Egipto y ni Túnez son los únicos países que
esconden - y de vez en cuando muestran- tendencias autoritarias tras una imagen internacional de supuesta democracia. La
diplomacia puede hacer que países que no respetan las libertades mínimss, se
conviertan en partícipes de la escena política. El caso de Túnez era
"una dictadura apenas encubierta", dice Carlos Parker en el
diario chileno elmostrador.cl. El ex embajador de Chile en Rumanía concreta que
el caso egipcio es bien diferente, con "un sistema político en apariencia
más libre y competitivo".
Así que parece que hay que ir un poco más allá, por
ejemplo a Venezuela. Aunque el país declara mantener unos mínimos democráticos,
“el sistema venezolano es más próximo a un sistema dictatorial”, explica Maria
Eugenia Rodríguez, profesora de Filosofía del Derecho en el Instituto Bartolomé
de las Casas de la
Universidad Carlos III.
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